Un interrogante lleva provocándome quebraderos de cabeza
desde el día que supuestamente nací, allá por abril, o no. ¿Realmente este
mundo es tal y como lo conocemos, o es una imagen difusa de la verdadera
realidad, sombría, oculta y jerarquizada? ¿Puedo confiar en mi entorno? ¿En mi
ciudad? ¿En mi país?... Pero que tonterías digo, claro que lo veo es real. Es
real que el máximo exponente de justicia es el poder legislativo. Es real que
cada presidente gobierna su país, sin depender de la afirmativa de un cargo
superior. Es real que puedo pasear tranquilamente sin un satélite apuntándome,
investigando y reuniendo información de todos mis pasos.
Todo esto es real en nuestra realidad. Es la realidad que
este deshumanizado mundo ha instaurado en nuestras mentes, desde muy jóvenes.
Merkel, Obama,Cameron, Sarkozy… son meros instrumentos de algo muy superior. La
verdadera fuerza del mundo, sus auténticos engranajes, no son ni políticos ni
administrativos.
Entonces, ¿Quién demonios se encarga de decir que hacer y
cuando hacerlo? ¿Somos nosotros los que decidimos el devenir de los
acontecimientos, de nuestros hechos y sucesos, o existe una mano que mueve los
hilos de nuestra realidad, creando situaciones presumiblemente fáciles para
nosotros?
Con lo fácil y bonita que se presupone la vida, sería fácil
dejarse llevar por la corriente establecida, asumir todo como auténtico y vivir
los ochenta, noventa o vaya usted a saber cuántos años de rigor. Pero no, nos
ha tocado vivir una época convulsa, donde en muy pocos años hemos experimentado
saltos tecnológicos sin parangón y, lo que es peor, el total desfase de clases.
Los brutales saltos entre clases cada día son más abismales, donde la clase
media está casi extinta, dando lugar a la clase alta y la clase baja, como referentes
en las encuestas de calidad de vida en los países desarrollados, ignorando a la
clase nada, como parece que gustaría denominar a quien no tiene eso, nada.
Viendo todos los sucesos que se han precipitado en
nuestra sociedad en estos escasos dos o tres últimos años, y de manera
creciente desde finales de 2011, principios de 2012, cualquiera se podría
aventurar a decir eso de “Pues los mayas no estaban tan equivocados” y no
demasiados se atreverían a tratarle como loco.
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