Aquí me hayo, redactando estas líneas mientras me bato en
duelo contra un inmenso coloso de ira, rencor, odio y terror. Goliat, Atlas,
Kalashnikov… llámenlo como quieran, hoy más que nunca es Goliat, aquel
todopoderoso paladín filisteo. Nunca conocí a un ser tan cruel, su solo
pensamiento helaba la sangre de los guerreros más feroces. Su rugido hacía huir
a los contingentes más experimentados de todo Israel.
Esta vez Goliat no luchaba contra enormes ejércitos, ni
contra bastos imperios, éramos solo dos seres, él y yo, el comienzo y el fin,
el bien y el mal. Un extraño binomio que se enfrentarían entre sí y contra sí
mismos. No os engañaré, no duré ni medio segundo, se abalanzó sobre mí y me
aniquiló. El no tan pequeño David había sido consumido por la cruenta
psicología de Goliat, que se encargó de encarcelarlo bajo llave y asegurar su tormento al carcelero
más fiel, los recuerdos imposibles. Hundido, Goliat pasó a controlar la mente
inerte de David, ya que este tenía todas las claves para irrumpir en su caja
fuerte. “Un malvado espejismo, una infame copia de mi mismo, mi doppelgänger”
Pensó David, mas no conseguiría derrotarle hasta que se diera cuenta de que
Goliat y el eran el mismo ser.
El tiempo avanzaba, y los barrotes de su peculiar prisión
comenzaron a resquebrajarse, pero Goliat, ególatra por profesión, confiado y seguro,
ignoró el poder oculto que tenía David. El pequeño humano alcanzó la liberación
en forma de hacha, cortando los oxidados barrotes y decapitando a los recuerdos que aún le quedaban de su
época más oscura. Goliat, sobresaltado, intentó hacer todo lo posible por
conservar su vida, por lo que engulló a David. Este, liberado de las cadenas
que le oprimían, fue capaz de entender que si él vivía, Goliat nunca dejaría de
atormentarle, por lo que clavó el filo de su hacha en el confuso corazón de la
criatura, y a la vez, el mango del arma atravesó el pecho de David.
Goliat pereció, junto a todos los destructivos pensamientos
y dolorosos recuerdos que traía consigo. David sobrevivió a la embestida,
puesto que su corazón se encontraba en paz en dicho momento, y el arma de doble
filo que empuñaba, en un acto de respeto, ignoró las partes más vitales de su
órgano bombeador. Así, nuestro héroe pudo ver la luz del siguiente día.
Amaneció, respiró y, por vez primera en mucho tiempo, fue capaz de sentir por
sí mismo, sin el influjo de las grandes falacias del pasado que Goliat se
encargó de reforzar.
Aquel día nació una nueva personalidad, David nunca más
temería por la vuelta de Goliat, aunque siempre debería agradecer a su alter
ego una verdad que solo el más mortal de tus enemigos es capaz de enseñarte: “Nunca
presupongas, se siempre dubitativo, se único, se letal”
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