domingo, 25 de marzo de 2012

Pensamientos destructores.


Yo no era así. Solía ser un feliz niño que, junto a sus amigos de educación primaria, jugaba felizmente en la arena. Éramos todos iguales, éramos de mente clara y de piel clara. Desconocíamos los males del mundo, solo sabíamos a qué hora había que volver a clase, corriendo para que el profesor no nos castigase. Eran muy estrictos, pero una buena educación debe dirigirse de manera severa, para que la persona crezca fuertemente, creando así un hombre adulto poderoso e inteligente. 


Recuerdo como una vez, mis amigos y yo nos encontramos a una rata, y mis compañeros empezaron a jugar con ella, a reír con ella. Yo era incapaz de entender eso, ese animal no era como nosotros, era diferente, era oscuro, con nariz aguileña y ropas rasgadas. Esa rata me robo a mis amigos y les embaucó, alejando cada vez más a mis amigos de mí. Con la ayuda del resto de ratas, mis amigos acabaron por ser engañados, dejándome solo. Pero no los necesitaba, yo era más inteligente, ahora ellos se habían aliado con las ratas, ya no podrían alcanzar el objetivo que nuestros ancestros de Thule nos encomendaron.

Crecí, y me aliste en el ejército para defender a mi patria, las ratas habían engañando a muchos, y debían ser erradicadas. Libré muchas batallas, y sabía que algo me protegía. No estaba destinado que muriese en esa guerra, mi destino sería poner fin a cualquier contienda en mi continente. Todos mis compañeros murieron o fueron avergonzados con la encarcelación, como yo. Las ratas habían logrado un ejército tan poderoso que ni siquiera nosotros, la mejor entre todas las razas, pudo hacer frente. Pero volveríamos, más grandes y poderosos, ese era mi destino.

Desde mi celda, escribí mis planes, debía hacer llegar mi mensaje de poder a toda mi gran raza y a mi nación, conquistada por los esclavos de las ratas. Nunca más seriamos engañados por esa escoria inhumana, basura malformada, mezcla de los restos de otras especies inferiores. Juntos, los últimos descendientes de Thule conseguiríamos mostrar la realidad al pueblo perfecto, a la raza suprema destinada a dominar a las demás, inferiores. Así, llegamos a la fecha del inicio del fin de la tiranía de las cloacas, de la desaparición total de las ratas sobre la faz de la Tierra. Llegó el momento de recuperar el poder que se le arrebató a la verdadera raza única, al fin de cualquier ser que intenta alcanzar la perfección, a nosotros. A los arios. A los verdaderos superhombres.




Nota: Los pensamientos del autor no corresponden de ninguna manera a los aquí escritos, es una obra histórico-ficticia.

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