viernes, 12 de octubre de 2012

Lâoshï

Abre los ojos. El canto de los pájaros ha despertado al sabio de su letargo. Con una calma que solo los grandes maestros poseen, relaja el cuerpo y la mente para disfrutar de un último suspiro de somnolencia. Un mundo que le rodea, le protege y le aporta felicidad. A su alrededor no existe el mal, no existe el bien. Todo es el producto de un monomio muy diferente. La desvirtuación de la realidad sensitiva producida por el mundo moderno no ha afectado a este mundo. Luz y sombras. Aire y Tierra. Agua y Fuego. Todas las piezas de este rompecabezas no forman entidades diferentes. Todos los elementos forman parte de un mismo ser. El sabio lo sabe, comprende el funcionamiento de la vida, la realidad de la materia. No la modifica, la comparte y la interioriza. Es amigo del Sol, el cual le regala la luz, pero le muestra las sombras. Goza de la brisa en su rostro,delicada y grácil, mas destruye montañas. Disfruta viendo fluir el agua desde las colinas río abajo, pero respeta su poderío,ya que puede diezmar una población. Danza con el fuego, pero respeta su bravura.


Acabada esta reflexión interna, abandona su descanso y camina. No tiene objetivos, pero si un rumbo.No ansía nada, pero busca todo.No desea grandes fortunas,bienes materiales o artilugios modernos. No tiene límites, nadie puede poder fronteras al conocimiento, por lo que se atreve a desafiar los límites mentales "impuestos". Miedo, Ira, Resentimiento... son palabras que ha asimilado el laoshi, y gracias a ello, las ha alejado. Todo su ser es bondad. Todo él es sabiduría. Tras un largo caminar, el sabio alcanza una zona elevada, una pequeña colina. Allí, en la distancia, un rayo de luz enfocaba especialmente una zona. Era el lugar al que sus ancestros habían llegado anteriormente.Otrora yerma tierra, ahora estaba rodeado de coloreadas flores y augustos monumentos. Sabios llegados desde otras tierras peregrinaban hasta aquí, un pequeño rincón. Pequeño, pero superlativo. El sabio se sintió más vivo que nunca. Allí, reconstruyó todos los monumentos, uno a uno, a mano. Plantó vida donde nacía muerte. Rindió homenaje a sus ancestros que, como él, habían realizado la misma tarea.

Acabado el trabajo, el más grande de los maestros vivos descansó. No muy lejos del altar vió una piedra, y decidió descansar. Conforme se acercaba a ellas, el sabio podía sentir los recuerdos de la piedra, todo lo que había visto a lo largo de las eras. En ese momento, el lo comprendió. Ese era el lugar donde descansaría eternamente.Aquella piedra simbolizaba el tiempo, la experiencia, la paciencia por obtener la sabiduría y la madurez. El sabio se posó sobre la piedra, y contempló la imagen más bella que jamás hubiera podido desear ver. 
A su izquierda había bosques tan inmensos que la vista no era capaz de ver el final. Animales de todas las especies danzaban en sus ramas. Los pájaros adornaban un cielo estampado por la vida. El Sol, cual escurridiza serpiente, se colaba entre los juncos.
A su derecha, un monte que se reía de las nubes,colosal,imperecedero. Este protegía a las aldeas de las inclemencias del tiempo, y guardaba los secretos más antiguos. Bajo el titán de piedra, la vida fluía en forma de lagos y ríos, que desembocaban en un basto océano cristalino.
Delante suya,un Sol dorado como nunca antes había visto se reflejaba en unas aguas transparentes, cristalinas y puras. Era el océano del que le habían hablado desde que era pequeño,al que solo los grandes maestros pueden entender. Tras observarlo, comprendió el significado. Sol y Agua eran uno, ya que el Agua reflejaba la bondad del Sol en la Tierra, y permitía el nacimiento de la vida. Enormes animales navegaban en sus aguas, seres marinos de los que nunca había oído hablar. La brisa acariciaba su rostro, revitalizando cuerpo y mente al instante.

El sabio, una vez gozado de el mayor placer visual jamás imaginado, decidió volver a su hogar, pero esta vez iría acompañado. Una pequeña flor, cortada de los pies del que sería su futuro hogar eterno, iría con el. Regreso a su casa,y nadie aguardaba su espera. El sabio se sintió desolado, ya que esperaba un recibimiento digno de los maestros en sus últimos días, la llegada de un verdadero héroe. Sólo el polvo se acercó a él,y pudo palpar la muerte. Para si mismo, meditó: "Tras décadas de aprendizaje, más de un siglo de sabiduría acumulada, solo he conseguido ser un olvidado, un ancestro en vida. ¿Será esto lo que el conocimiento proporcionada?" El sabio,haciendo uso de su poderío mental, recorrió los últimos metros que le separaban de su choza. Una vez en casa, terminó el día como cualquier otro, solamente con la compañía de la noche. Observó por última vez el fulgor de las estrellas, y se dirigió hacia su descanso eterno.

Cerró los ojos,mas todo en la aldea proseguía con normalidad. Nadie se había percatado de la muerte del gran maestro,pero una extraña perturbación dominada la zona. Ese día, los ríos no fluyeron, los vientos no regalaban el aroma de las flores, y los pájaros no cantaron al amanecer.



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